miércoles, 27 de noviembre de 2013

EL LUJO: FUNCIÓN vs ESTÉTICA

   El lujo es una forma de mercado, que repercute e influye enormemente en la sociedad, por eso debemos valorar qué prevalece antes, si la función de los objetos o su estética, dos conceptos ligados estrechamente con el Diseño.


   El primero de ellos, la función, al relacionarla con el lujo pretendemos buscar una funcionalidad en productos materiales (diseño industrial) o productos simbólicos (diseño gráfico), con la finalidad de implantar dichos productos en la masa social que es la sociedad. La cual, muchas veces es adulterada por las estrategias de marketing u otras estrategias de mercado cuya única pretensión es la venta masiva obteniendo el mayor rendimiento económico, olvidando la verdadera función de los productos y convirtiéndolos en un lujo para aquellos que pueden permitírselo, simplemente variando su decoración u ornamentación. ¿Es esto creatividad?

   El segundo concepto es la estética, teniendo en cuenta lo perceptible, la superficie de los productos, entendemos la importancia de la conexión entre estética, diseño y lujo. El gusto en el diseño es representado en su mayoría de las veces por el gusto de la sociedad, lo que a mi parecer es un error, ya que en el diseño debería prevalecer la función social de los objetos y a raíz de su función darle una estética acorde, no darle más importancia a la estética porque favorezca la venta en el mercado, ya que estaríamos creando objetos de lujo pero, en la mayoría de los casos, no resultarían prácticos.  

PRIMERAS DIVAGACIONES SOBRE LA CREATIVIDAD


   Para familiarizarnos con este concepto, podríamos definir la creatividad como la habilidad o facultad que poseen los seres vivos, que les permite realizar nuevas asociaciones de ideas en conceptos ya conocidos, produciendo gracias a éstas asociaciones, unas nuevas soluciones originales. Es decir, los seres vivos podemos atribuir nuevos usos y/o funciones en objetos, que en nuestra experiencia previa, sabemos que no son los adecuados, o que originalmente no han sido diseñados con esa funcionalidad.

   Unas de las herramientas por las que somos capaces de potenciar la creatividad, son  la indagación y la experimentación, ya que a mayor número de ensayos obtendremos un mayor número de soluciones originales en cuanto al uso y la función de los objetos. Caso aparte, pero intrínsecamente relacionado con la indagación y la experimentación, es la valoración de si estas nuevas soluciones son acertadas, o por el contrario, las descartaremos por considerarlas un fracaso. En caso de ser aceptadas, transformaremos dicho objeto y pasará a formar parte de la sociedad.

   Socialmente tildamos a alguien de creativo cuanto más exclusivo sea, cuanto mayor número de excéntricas soluciones plantee en diversas situaciones, diferenciándolo del resto de la masa social. Debemos relacionar el concepto de la creatividad con la sociedad, ya que finalmente será el conjunto de la misma quién juzgue si las nuevas aplicaciones surgidas en la mente del excéntrico creativo son adecuadas como para la transformación del diseño del objeto, y por tanto, son adecuadas para ser parte de la sociedad.


   Si profundizamos más en el tema, no podemos pasar por alto que vivimos en una sociedad capitalista, donde el principal objetivo es hacer dinero ya que sino lo tienes estás condenado a ser un desecho social, a carecer de las necesidad básicas que exclusivamente obtienes con esos papelitos al que tanto valor se le atribuye. Por lo que muy a mi pesar, vivimos en una sociedad donde la creatividad está cohibida por el sistema capitalista, donde lo importante es crear nuevas ofertas para generar más demanda, sin importar la practicidad y funcionalidad en las modificaciones de los objetos. Ya lo decía Loos en su artículo de 1907, El Ornamento y el Delito, en el que la idea principal es que la decoración ornamental, que surgió algunos siglos atrás, se sigue conservando porque interesa al mercado a la hora de ofrecer una diversa variedad de productos que generen en la masa social una necesidad de cambiar sus muebles, vajillas, cuberterías, etc.; cuando realmente la función de dichos productos no se ha visto afectada. Y si no estamos muy contaminados por los Medios de Comunicación, nos daremos cuenta que más de 100 años después, la situación sigue siendo la misma.